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26,60 €Nada menos que 1775. Ese es el número de poemas que nos dejó Emily Dickinson (1830-1886), de los que sólo vio publicados ocho. Pasó toda su vida en Amherst, Nueva Inglaterra, en el hogar de sus padres, apenas hizo cuatro o cinco viajes fugaces a ciudades cercanas como Washington, Boston o Filadelfia, y sus amores casi cuesta llamarlos asÃ.
En un hermoso pasaje justificaba su existencia en soledad: "Un alma con un Húesped / raro es que marche fuera, / pues la divinia multitud en casa / anula tal deseo". Asà que sin necesidad de traspasar siquiera el umbral de su mente, recorrió las más extrañas latitudes, dialogó con seres de sombra y luz, y volvió ilimitado lo real al convertir las cosas más sencillas y cotidianas en sÃmbolos inagotables.
Su grandeza está en haberle sabido dar un rostro al misterio que ella veÃa en la naturaleza y en su propia alma, en haber practicado un poesÃa metafÃsica que no se pierde en abstrusas entelequias, sino que resulta cercana, sensorial, llena de fulgurantes intuiciones. Quizás por eso, de la lectura de sus poemas se sale como de una ardiente bruma, de una inquietante niebla que, a un mismo tiempo, oculta y revela lo que envuelve.